La encontré en un estado que me dejó sin palabras: frágil, herida y luchando por mantenerse viva. Tenía la mandíbula fracturada, un agujero profundo en el cuello y un cuerpo delgado que mostraba signos de malnutrición extrema. Su abdomen hinchado era un reflejo de su incapacidad para comer y del impacto de los parásitos que la debilitaban aún más.
La llevé inmediatamente a la clínica veterinaria, donde confirmaron que su estado era crítico. Fue internada de urgencia para recibir cuidados intensivos. Las fracturas en su mandíbula le impedían alimentarse, y sus heridas abiertas requerían una atención constante. El diagnóstico era grave, pero no definitivo: mientras respirara, había esperanza.
Los días en la clínica fueron una lucha constante. Tigresa enfrentó momentos difíciles, pero poco a poco comenzó a mostrar signos de mejoría. Su cuerpo frágil, que en un principio parecía rendirse, empezó a responder al tratamiento. Con paciencia y cuidados, logró recuperarse. Sus heridas sanaron, su mandíbula se fortaleció y, con el tiempo, pudo volver a comer por sí misma.
Hoy, Tigresa es una guerrera que venció todas las adversidades. Su cuerpo ha sanado y su espíritu sigue intacto. Ahora, después de todo lo que ha pasado, busca lo único que le falta: un hogar donde pueda recibir el amor y la protección que siempre mereció.
Su historia es la prueba de que, con amor y dedicación, incluso las heridas más profundas pueden sanar. Ahora, Tigresa espera encontrar a esa persona especial que le brinde una nueva oportunidad de ser feliz.