Morí, hasta el último latido

Morí, hasta el último latido

En la misma fábrica olvidada donde el óxido y el abandono conviven con el silencio, apareció Morí, un pequeño gatito cuyo cuerpo ya hablaba por él. Era evidente que estaba al límite, su fragilidad era visible desde el primer segundo. No había duda: necesitaba ayuda urgente. Lo levantamos con extrema delicadeza, como si su vida pudiera romperse con el más mínimo movimiento. Porque en realidad, ya se estaba rompiendo.

Lo trasladamos de inmediato a la veterinaria. Desde el primer momento, el panorama fue crítico. Su temperatura era casi inexistente, su cuerpo apenas reaccionaba. La hemoglobina estaba por los suelos, la presión caída, su sistema nervioso empezaba a fallar. Se hicieron esfuerzos intensos, desesperados, llenos de amor y profesionalismo. Morí recibió todo lo que un gatito podía recibir para tener una oportunidad. Pero la vida no siempre se puede revertir con solo quererlo.

Tuvo dos paros cardíacos. Su cuerpecito no podía más. Cada intento por estabilizarlo se convertía en una carrera contra el tiempo que parecía burlarse de nosotros. A pesar de la medicación, del calor, del oxígeno, de cada mano que lo sostenía… Morí no volvió en sí.

Y sin embargo, se fue luchando. Porque resistir hasta el final, aun cuando todo está en contra, es un acto de valentía. Morí no solo fue un gatito en estado crítico; fue un testimonio viviente de lo que significa resistir cuando ya casi no queda nada.

Su muerte no fue una derrota, fue la consecuencia inevitable de tanto abandono acumulado. Pero también fue una llamada de atención. Morí representa a todos los que aún están dentro, invisibles, esperando un rescate que quizá no llegue a tiempo. Morí se fue, pero nos dejó una misión viva: seguir entrando a esa fábrica, seguir sacándolos, seguir intentándolo.

Porque aunque no todos puedan sobrevivir, cada intento cuenta. Y cada Morí que tocamos, aunque sea por unas horas, merece ser recordado como lo que fue: un guerrero silencioso, que luchó hasta su último latido.

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