Hércules, el pequeño que nadie vio… pero que lo dio todo

Hércules, el pequeño que nadie vio… pero que lo dio todo

En medio del ruido del mercado, entre pasos apurados, bulla, bolsas y gente que va y viene sin mirar a los costados, vi una caja. Una de esas cajas sucias, viejas, tiradas en el piso, de esas que todos esquivan sin preguntarse qué hay dentro. Pero algo me hizo detenerme. Algo me dijo que mirara.

Y ahí estaba él.

Un perrito diminuto, completamente indefenso. Apenas cubierto por unos trapos, expuesto al peligro, al frío, a los pisotones, a los animales más grandes que pasaban por ahí. Estaba tan callado, tan quieto… que parecía que ya había dejado de esperar algo.

La gente simplemente pasaba a su lado. Algunos lo empujaban sin darse cuenta, otros ni siquiera lo miraban. Pero yo no pude seguir de largo. Yo lo vi. Y no lo iba a dejar ahí.

Lo cargué con mucho cuidado. Sentía su cuerpito temblar, débil, agotado. Lo llevé conmigo y de inmediato lo atendimos. Lo abrigamos, lo alimentamos, lo revisaron los veterinarios. Y así, poquito a poco, el pequeño empezó a despertar. A mover su colita. A mostrar ganas de vivir.

Lo llamé Hércules, porque aunque era chiquitito, tenía una fuerza inmensa. Pasó por tanto… y aun así, nunca se rindió. Lo dio todo, y más. Y esta vez, la vida sí le devolvió una oportunidad.

Hoy, Hércules ya no está en una caja tirada. Hoy tiene una familia. Fue adoptado. Tiene un hogar donde lo aman, donde está seguro, tranquilo, feliz.

Y yo, cada vez que pienso en él, sé que rescatar no solo cambia la vida de un animal.

También cambia la tuya.

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