Copito, un gatito sin cola que encontró la felicidad

Copito, un gatito sin cola que encontró la felicidad

Había un gatito que vivía en las frías calles de Lima. Lo encontré una tarde lluviosa, hecho una bolita en una caja, todo sucio y cubierto de pulgas. Lo llamé Copito, porque su pelaje blanco, aunque estaba maltratado, me recordó a la nieve. Algo que me sorprendió desde el principio fue que no tenía cola, parecía que había nacido así, lo que lo hacía aún más especial.

Ese invierno en Lima fue terrible. Llovía casi todos los días y las noches eran particularmente frías. Copito, que no era más que un cachorrito, buscaba refugio en donde podía: una caja vieja, una esquina donde el viento no soplara tanto. El pobre apenas sobrevivía. Cuando lo vi, temblaba de frío y se veía tan frágil que no pude dejarlo ahí. Lo recogí y me lo llevé a casa.

Al llegar, lo bañé, lo desparasité y lo envolví en una manta caliente. El pobre se acurrucó y, por primera vez en mucho tiempo, pareció relajarse. Poco a poco, empezó a recuperarse. Cada día se veía más fuerte, más confiado, y empezó a demostrar su personalidad. Pero sabía que mi casa solo sería un lugar de paso. Lo que él necesitaba de verdad era un hogar permanente, un lugar donde pudiera sentirse seguro y amado siempre.

Después de buscar un tiempo, encontré a la familia perfecta para él. El día que lo conocieron, fue amor a primera vista. Se lo llevaron con ellos, y desde entonces, Copito vive feliz, en un lugar donde no le falta comida, ni cariño, ni un lugar caliente donde dormir.

Copito, ese gatito sin cola que alguna vez tuvo que sobrevivir en las calles, ahora tiene una familia que lo cuida y lo ama como se merece. Ya no sufre frío ni hambre, y aunque nunca sabrá lo que es tener una cola, encontró algo mucho mejor: un hogar donde siempre será bienvenido.

Regresar al blog

Deja un comentario

Ten en cuenta que los comentarios deben aprobarse antes de que se publiquen.